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Serie para el Hexagrama 23

La siguiente es una traducción del texto original en inglés de Hilary Barrett (quien no habla español) realizada por Verónica Lassa como aporte al Yijing en su viaje por los siglos.

Si hay comentarios u observaciones que puedan mejorar las versiones en español, contactar a Verónica a través de https://urdirlatrama.blogspot.com.ar/p/i-ching.html para que se tome debida nota.

¡Muchas gracias!


¿Podría uno Despojarse sin que hubiera dolor?

Esta es la parte 1 de una serie de 5 entradas para el Hexagrama 23

Al Hexagrama 23 se lo llama Despojarse. El antiguo ideograma muestra un cuchillo y otro elemento menos claro que podría ser un malacate para extraer agua de un pozo o  un saco para filtrar vino —separar el vino de la borra—. Como dice LiSe, adquiere sentido cuando se lo piensa en el conjunto. El cuchillo, en cambio, es un elemento claro, tanto en su etimología como en la experiencia.

Cuando te sale el Hexagrama 23 como respuesta, hay algo que pasa ‘por el bisturí’. La versión tradicional de la etimología dice que el cuchillo está esculpiendo, quitando lo que sobra. Muchas veces así se vive el hexagrama, como si se eliminara algo caduco, algo que ya no tiene uso. La parte difícil es que hasta que el bisturí no empieza a cortar, puede que uno esté bastante apegado a sus planes/ideas/imagen de uno mismo/posición social/seguridad/relación, etc., y que el ‘despojarse’ se sienta como si a uno lo estuvieran despellejando vivo.

Vivir este hexagrama puede ser muy doloroso, pero no necesariamente en todos los casos.  Depende de dos cosas – la escala, sobre la que escribí hace unos días— y el grado de apego. Ese es el mensaje de La Imagen:

‘La montaña reposa sobre la tierra.
Despojarse.
Hay generosidad en lo alto y hogares tranquilos en lo bajo’.

No es una Imagen de dolor y pérdida, sino de amabilidad, de generosidad, de paz. Las montañas no se apegan a ‘sus’ minerales, no sufren esas neurosis, y por eso el valle, abajo, tiene alimento en abundancia.

Algo todavía más curioso es que esa parte misteriosa del hexagrama, el ‘saco para filtrar el vino’, también es una derivación idiomática de tres ideogramas que quieren decir el lugar al pie de la montaña (aquí: Harmen Mesker, Cutting Through Hexagram 23). Ese sitio podría encontrarse en la ladera sombría de la montaña, donde no llegan las lluvias, la zona árida, la más desfavorecida; pero también podría ser la otra ladera de la montaña, la más húmeda y fresca. Creo que los autores de La Imagen tenían en mente la idea de un valle fértil y protegido.

Qué interesante. De todos los textos de La Imagen en el libro esta es la única que no tiene protagonistas humanos, no hay un junzi, no hay antiguos príncipes. Claro que sí, ‘lo alto’ sugiere un estrato social elevado pero, tomado literalmente, solo quiere decir ‘arriba’, lo contrario de ‘abajo’. Se ha retirado el componente humano – esa parte que podría decir ‘¡esto es mío!— se pierde con el paisaje.

La tradición de la Imagen dice que la montaña reposa sobre la tierra igual que un gobierno descansa sobre el pueblo. Este hexagrama ilustra un mal gobierno que ha erosionado sus bases, que ha agotado el apoyo de parte de su pueblo y que está a punto de hacerse a pedazos. Le hace falta ejercer la generosidad porque lo que se cae a pedazos es la estructura misma de la sociedad. (‘Hacer Pedazos’ es el nombre que Minford le da al hexagrama en la Parte I de su libro, ‘Book of Wisdom’).

Pero aquí no se trata de dar un espaldarazo al status quo mediante un recorte impositivo que ayude a ganar las elecciones. La montañas arriba del valle dejan ver que la erosión es una constante natural. Es algo que sucede. Si pudiésemos ser parte del espíritu de la generosidad (si fuésemos más parecidos a las montañas y un poquito menos apegados) puede que el hexagrama 23 no implique siempre el dolor.

La forma del Hexagrama 23

Esta es la parte 2 de una serie de 5 entradas para el Hexagrama 23

En una entrada cortita para los hexagramas y las escalas escribí lo siguiente:

En este blog ya llevo tres consultas que he compartido con el Hexagrama 23. Y en orden son las siguientes:

  • Presagios para el uso de determinada tecnología en un seminario en línea. (Me convencí de que igualmente podría usarla y el fracaso fue estrepitoso).
  • El anuncio de la muerte de mi madres tras una enfermedad incapacitante.
  • La descripción de mi ropero patas arriba.

Esa lista es uno de los motivos por los que no es muy sensato preocuparse cuando recibimos el Hexagrama 23, o el 29, o el 47. Te dice cuál es la forma de la cosa, no te habla de su envergadura.

Así qué… ¿cuál es la forma de la cosa en tiempos de Despojarse?

Este es uno de los hexagramas fáciles de ver en el dibujo de sus líneas:

Si miras la forma y tienes presente que la energía siempre sube a través de un hexagrama, entonces podrás ver que la línea entera está apunto de salir del dibujo. El hexagrama, en efecto, se parece a un ‘despojarse’ o a un proceso de ‘desollar’.

Alguien que lo mire de arriba, como si estuviese afuera, vería solo la línea del tope y podría creer que es firme hasta abajo. Pero como lo miramos en un corte transversal, vemos que por dentro está hueco. Esa última capa puede que esté casi completamente alejada del resto del hexagrama —infundada, desconectada, a punto de desamarrarse—. O puedes ver una ola de líneas abiertas que empujan lo poco que queda de solidez, y por tanto, tuercen la rueda del cambio y hacen que vuelva empezar desde las raíces. (Hice mención a esto en mi entrada para el 2.6 (que muta al 23) y a los dragones luchando en la pradera).

Otra manera de ver la forma es a través de los triagramas, sobre todo a la luz de la secuencia. En el hexagrama anterior, el 22, había un fuego interior que iluminaba la montaña y le confería vida. En el 23, la luz se ha apagado, solo queda tierra, o quizás cenizas, debajo de la montaña.

(En el momento que escribía lo de aquí arriba sonó el teléfono y me avisaron de la muerte de una amiga mía mayor).

Despojarse se trata de un tipo particular de cambio, que tiene una forma particular.  Una forma que tanto puede representar a la muerte como a un ropero desordenado con cosas que ya no usas. Cuando vi esas dos consultas me acordé de una historia que leí en mi adolescencia en un libro de una amiga querida de la familia, Faith Bowers, Who’s this sitting in my pew?

Una mujer que iba a un funeral con su hermana discapacitada —y buscaba maneras de explicarle de qué iba la situación— le dijo que lo que había en el cajón no era la persona que habían conocido, sino algo parecido a un saco viejo.

¿Qué haces con un saco cuando está muy gastado?

‘Lo tiro’, dijo la hermana, ‘lo pongo en el cubo para la basura’.

‘Exacto. El ataúd es eso, una especie de cubo para la basura’.

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